Empezó su vida pública, como un cuadro costumbrista sobre la burguesía hacendaria, dejando claro que su posición le permitía ejercer relaciones de dominio sobre los cuerpos de las vírgenes indias, los indios y la tierra; fue el primero en producir manzanas y membrillos en tierras antes infértiles para la agricultura,[24] y escribió sobre su padre: “La agricultura en esas manos y en ese cerebro, era el arte supremo que modela y doma la arena movediza o la dura tova volcánica y las hace obedientes a la exigencia de una voluntad creadora”[25].
La sierra,[27] para modernizar la agricultura, difundiendo sus experimentaciones a un país mayoritariamente rural. Sus maquinarias y la exportación lo presentan como bisagra entre el sustento tradicional campesino, la tecnología y el progreso. Así, como su padre, cumple el rol del sabio positivista.
Juan León Mera y Luis Cordero eran literatos plantadores, el último leía el catecismo de la agricultura “Con la irresistible curiosidad con que me contraigo siempre a examinar toda obra que trate de agricultura. Soy por otra parte agricultor de los más entusiastas de mi país y hago cuantos ensayos puedo por aclimatar especies nuevas, aún cuando algunas, procedentes del Antiguo Mundo, sean decididamente rehacías a nuestra latitud y clima”[28]. La articulación entre una realidad experimentada y un porvenir soñado se enmarca en el positivismo como búsqueda de la verdad mediante la observación y transformación de la naturaleza.
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